Así, al día siguiente por la mañana, tal como lo había ordenado el Maestro, los veinte discípulos se hallaban sentados sosteniendo cada uno la copa de cristal colamada de agua. A los pocos segundos, el Maestro ordena que cada uno golpeara la copa de crsital con la cuchara. Inmediatamente cundió en la sala un ruido apagado, sórdido, inarmónico y grotesco. Luego de ello, el Maestro ordena vaciar las copas y golpearlas nuevamente con la cuchara. Súbitamente, la sala se pobló con un sonido delicado, cristalino y sutil.
-La mente atestada de razones y argumentos jamás podrá brillar.
Los discípulos comprendieron la necesidad y la virtud del vacío.
Este bello apólogo, instruye sobre la necesidad de experimentar el vacío, no ya como un concepto mestafísico sino como un ejercicio, como una práctica.
El vacío, en el Tao, y en las tradiciones espirituales tibetanas constituye uno de los aspectos críticos de la práctica Zen y es el que plantea las mayores dificultades de comprensión.
En efecto, la lógica occidental habituada a las polaridades, a los opuestos, a los antagonismos, sólo puede comprender el vacío sobre el fondo de lo pleno. Pero, el vacío, no es aquí la ausencia de algo, sino un momento constitutivo de la comprensión de la existencia.
El vacío supone la suspensión de la mente, del yo, de los anhelos, de los propósitos, de la metas, de todos los esfuerzos dirigidos hacia la obtención de un logro. El vacío permite percibir la vacuidad, la vacuidad es uno de los estados correctos de la mente cuando ésta se abandona a sí misma y entonces la iluminación irrumpe.
Por medio del estado de vacuidad, el ser puede recibir a la existencia según su propia ley y no según la ley de la razón.
Así, cuando una mente cargada de razón y de lógica es golpeada por lo excelso, su sonido es apagado, inarmónico. En cambio, cuando la mente se vacía de las razones, y es golpeada por lo excelso, su sonido es cristalino, sutil, y la realidad cunde y desborda propagando en su interior la música más bella y perfecta jamás oída que es la música de la existencia.
El bello y no aprendido canto de los pájaros, la tenue y sonora brisa que besa los follajes espesos, las olas que abrazan las rocas con sus dedos de agua y espuma, todo aquél soberbio espectáculo compone para quien ha aprendido a oírlo la sinfonía más perfecta.
Si acaso logras desasirte de tu mente, será como aquella copa de cristal vacía, en la que golpean ahora todos los misterios del universo. No quieras descifrarlos cuando te colmen, súmate a ellos y que el vacío alcanzado en la iluminación sea el recipiente en que deban verterse.
"Entonces, mis visiones entraron en mudanza: sentí ríos anchos y profundos en los que mi cuerpo era uno con su caudal" A.Gamoneda.
Extracto del libro Cuentos Zen, de Guido Tavani.
Gracias Guido!