domingo, 17 de mayo de 2009

Historia de un brillante

En esta ocasión voy a transcribir un cuento del libro de Jaime Barylko, Yo y Tú, un mundo. Me ha conmovido gratamente, y dice así:
Los sábados al atardecer reunía el maestro a sus alumnos y les contaba historias para promover la reflexión.
-Los sábados al atardecer -les decía el maestro a sus alumnos - es la hora más propicia, porque la santidad del séptimo día se anuncia en su despedida y la rutina de los seis días de trabajo se anuncia con pesadumbre, entonces hay que pensar, hay que pensar.
-¿Y hoy qué nos va a contar, maestro?
-Hoy será la historia de un finísimo brillante. Sucedió en una familia muy pobre de la vieja y antigua Europa, una familia judía que apenas tenía para vivir. El padre encontró un brillante en la puerta de su casa. ¿Qué hizo?
-Seguramente lo vendió y alimentó a su familia.
-No. Lo ocultó para tiempos aciagos. "Vendrán días peores", pensó, "y lo necesitaremos". Entonces fue y lo enterró en el baldío que estaba al lado de su casa. Y para no perder de vista el lugar donde lo había ocultado, le puso encima una piedra.
Y no se lo contó a nadie. Temía que a alguien se le escapara el secreto y rápidamente los bandoleros de la zona se enteraran y viniesen a robar el brillante.
Al día siguiente, su mujer salió y vio la piedra.
-¿Qué es esta piedra? La quitaré de aquí, molesta.
-No la toques, mujer.
-¿Por qué?
-Porque trae suerte.
-¿Suerte? ¿Esta piedra?
-Sí, trae suerte, déjala en su lugar.
La mujer, de las mujeres de antes, acató la voluntad de su marido. Al día siguiente, junto a la piedra había otra piedra.
-¿Quién puso otra piedra más? -preguntó el esposo.
-Yo, dijo la mujer-, yo la puse, porque si una da suerte, dos dan más suerte.
Él no replicó nada, la dejó hacer, y la dejó creer.
Los hijos le preguntaron a la madre por las piedras.
-Traen suerte.
-¿Cómo lo sabes?
-Por papá, y papá sabe lo que dice.
PIEDRAS PARA LA SUERTE
Siguió el maestro con su historia:
"Entonces fueron ellos y pusieron más piedras para que trajeran más suerte. Pero no hubo suerte, en cambio, hubo hambre, y desgracia, de más en más.
No obstante, al brillante nadie lo veía. Sólo antes de morir, el padre llamó a su hijo mayor y le contó la verdadera historia del brillante enterrado, que esperaba que salvara a la familia de la desgracia futura.
El hijo guardó el secreto. Y puso más piedras. Y así los hijos de ese hijo. De generación en generación, pasaba el secreto a una sola persona, y el resto creía que en las piedras había santidad.
Todo se llenó de piedras. La gente creía en la tradición de las piedras que traían suerte.
Los jóvenes se rebelaban.
-¡No queremos más piedras! -gritaban-. Queremos trabajar y luchar por una vida más digna.
Los viejos los obligaban a callarse la boca.
-Hay que respetar la tradición -decían-. Si nuestros abuelos anunciaron que las piedras traen suerte, hay que seguir esa senda y ese derrotero.
Los más rebeldes se fueron de la aldea a buscar mejor destino en otros parajes. La mayoría se quedó con las piedras.
Las piedras crecían en número, y los muertos de hambre y de enfermedad también crecían en número."
El maestro guardó silencio.
-¿Qué nos enseña esta historia, maestro?
-Piensen, piensen que nos enseña. Ante todo nos enseña a pensar. Y eso lo tienen que hacer por cuenta propia.
RELEO Y PIENSO LA HISTORIA
Y te digo qué pienso.
Pienso que el brillante está, pero está enterrado. No está a la vista. Hay que des-enterrarlo, des-cubrirlo, quitarle toda la hojarasca que lo cubre, que lo tapa.
¿Cómo?
He aquí el problema: ¿cómo se hace? Es muy fácil decir frases brillantes; pero es muy difícil vivir con un brillante, hacer de la vida un brillante, hacer de un momento, de una relación, de lo superficial de los seis días de trabajo, hacer de todo ello algo que dé luz, que ilumine, que tenga valor propio. Es tan difícil...
¿Cómo se hace maestro?
El maestro no está. Ya no es tiempo de maestros. Cada uno debe pensar solo. Está condenado a pensar solo. Pero podemos inspirarnos en los grandes maestros de todos los tiempos, apoyándonos en ellos para pensar, después, por cuenta propia.
¿Qué enseña la historia?
Enseña que nos encanta ir detrás de lo fácil, y transformar cualquier piedra, cualquier cosa en la solución definitiva de nuestros problemas. Una frase. Un principio. Una palabra, un lugar, una cosa.
Eso es lo santo, eso trae suerte, nos decimos. Y no, no trae suerte. Trae desgracia creer que trae suerte y no hacer nada por desenterrar el brillante.
Nada trae suerte. La suerte es lo que uno hace con su suerte, hijo mío. Cada cual tiene su suerte, sus dones, y sus carencias o falencias. Una vez conocidos, haz de tu suerte tu suerte.
Estoy hablando de des-enterrar tu brillante.
Pero búscalo entre la gente, entre los otros; lo tuyo siempre está relacionado con otro. No es cosa. No es un brillante que está ahí y siempre brilla e ilumina. Es un brillante que se enciende, como el fuego cuando dos piedras entrechocan.
Hay que hacerse el brillar del brillante.
Eso es tuyo; no sirve para los demás, no se vende ni se compra, pero sí se encuentra. Y entonces se lo descubre, se lo hace ser brillante, puliéndolo, depurándolo de toda la escoria y de todas las piedras que le cayeron encima.
Uso el cuento como parábola: Yo-Ello es el mundo de piedras rotuladas, ordenadas, organizadas para conseguir la suerte. Pero para desenterrar el brillante, para encontrar el Tú, es menester distinguir entre coberturas y autenticidad de ser.
Es una lucha, una guerra, un levantarse y oponerse a sí mismo y a sus rutinas anquilosadas. Se trata de una educación, un aprendizaje. Es un trabajo arduo, pero cuando por fin el brillante aparece, todo se ilumina y el sol parece haberse metido en tu pecho.
Gracias Jaime!
[Imagen: Wisdom - Diamond Light por h.koppdelaney - http://www.flickr.com/photos/h-k-d/3322872251/]