martes, 15 de septiembre de 2009

Como un barco

Ayer, mientras colocaba el farol de la puerta de entrada, sentía que mi casa era como un barco. El farol es de estilo navío, y empecé a sentir la siguiente metáfora:
La casa es como un barco. En el pasado, los modos autoritarios no permitían decidir el rumbo del barco con la participación de todos los tripulantes. El barco estuvo fijo muchos años. Se vivía una existencia rígida, carente de consenso y acuerdo entre los tripulantes.
Luego de la despedida del último hombre mayor, se cede el mando masculino al único hombre que queda de este lado de la familia. Ese Hombre soy Yo. Hombre en construcción...
El timón del barco, que decide el rumbo existencial del mismo, Ahora está en mis manos. Pero mis manos ven que hay otras manos también, las del resto de los tripulantes. Los giros de timón de Ahora en adelante, se hacen con consenso de todos los tripulantes.
Sostener el timón, no me hace dueño del barco.
Para que el barco navegue fluido, es necesario el consenso del rumbo a seguir entre los tripulantes. Este consenso de existencias, que le da rumbo al barco Ahora, es el modo correcto de navegar. Cuando la existencia y necesidades de cada tripulante son tenidas en cuenta, el navegar se torna fluido, y permite el descubrimiento y experimentación de nuevas rutas.