jueves, 8 de octubre de 2009

Reeducarse

[pic: El sueño de jacob por colealomartes - http://www.flickr.com/photos/colealomartes/2881789191/]
Hay que reeducarse:
No hay camino, hay caminos.
No hay mapa, hay yoes ensayando dibujos.
No hay Felicidad, hay tú, que a veces estás, y otras te eclipsas, o yo.
Momentos, instantes, destellos, y ¡qué hermosos que son!
Más que eso, hijo mío, no pidas, ni esperes.
Tampoco se acumulan, debes saberlo. Todo se escurre entre los dedos, y ahí quedan huellas, en las yemas, y a veces con ellas te tocas la cara, las tiernas arrugas bajo los ojos e intentas esbozar algún sonido que suene semejante a yo.
Felicidades del hombre que no aspira a la felicidad sino a felicidades, y que en pleno camino de caminos dice éste es el árbol, ésta es la marca, éste es el tesoro, y lejos de querer aferrarse o afincarse en esa situación sigue moviendo los pies y el alma hacia la próxima revelación.
Así le pasó a Jacob cuando se fue de la casa de sus padres.
Triste y solitario en su desnudez existencial, fatigado de tanto trajín caminero, al llegar la noche echóse a dormir en el suelo apoyando la cabeza en una piedra y soñó.
En su sueño vió una escalera por donde subían y bajaban los ángeles.
En la cúspide de la escalera estaba Dios que le hablaba.
Al despertar dijo:
-Ésta es la casa de Dios y éste es el portón del cielo.
Pero no se quedó ahí. Se levantó, besó la piedra, contempló el polvo del suelo donde su cuerpo había dormido y soñado, y siguió caminando.
Cualquier lugar es la casa de Dios.
Cualquier lugar es el portón del cielo.
Y cualquier día, y para cualquier persona.
Tan sólo eso: hay que saber soñar.
Y luego saber desprenderse.
Extracto del libro Sabiduría de la Vida, de Jaime Barylko.