El diálogo reside en la direccionalidad del ser: ser hacia otro. Lo demás es envoltorio o materia accidental.
Está quien contempla al otro, toma nota de sus rasgos, lo analiza. Lo cosifica. El otro se torna algo entre tantos algos dignos de ser clasificados y organizados en el mundo del saber. Pero cuando el otro elude esa calidad de cosa, cuando "me dice" algo, algo que entra en mi y vibra, entonces sucede el diálogo. Si nos abrimos, y le salimos al encuentro.
"Cada uno de nosotros esta metido dentro de una armadura", medita Martin Buber. Vivimos en calidad de impenetrables. Solo en momentos excepcionales la armadura se quiebra y la ola tibia de la vida nos invade.
Extracto del libro Vivir y Pensar, de Jaime Barylko.
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