
Cuando se enfrenta una paradojaprimero se siente extraña congoja,es así que se tiende a su oposición:¡No puede ser! ¡Es pura contradicción!Pero nunca produce indiferencia,aunque se rechace su suficiencia,hace gala de magnífica presenciapara nutrir nuestra humana existencia.Luego de sufrida la conmoción,estando todavía con poca noción,el anhelo de certeza despierta.El alma, así, halla la puerta abierta.Si el espíritu el camino ha despejado,todo su esplendor brilla liberadoy sus dones generoso compartepara dar a la vida luz y arte.La paradoja a la lógica pone a pruebay con un sobresaliente apruebacuando sus razones argumenta.La verdad, así, sus pilares cimenta.Incitante, chocante y desafiante,la paradoja es siempre fascinantey aunque inspira desconfianzacon la verdad posee íntima confianza.Cuando su enérgica voz se expresa,con prístina claridad y firmeza,va mas allá de la aparienciay la verdad recobra vigorosa vigencia.Cuando con pasión su verdad clamaencendiendo su salvífica llama,baña de cálida pureza la razónya que su luz proviene del corazón.Y si con tozudez uno se resistela paradoja siempre persiste,hasta que de repente ¡Voila! ¡Era verdad!Allí el ser encuentra su genuina Libertad.Quien a la paradoja develasiente como su espíritu vuelaa ignotas y remotas alturasen busca de nuevas y recónditas honduras.G. J. C.Extracto del libro Paradojas Existenciales, de Gabriel Jorge Castella.